jueves, 23 de octubre de 2008

Las aventuras de Fígaro

Los zapatitos mágicos dejaron de andar solos y se apagaron. Fígaro y Luna cargaron con el sobre y los zapatitos mágicos a toda prisa mientras descendían por los caminos de la montaña. Como era de noche porque Sol y los demás estaban encerrados en el jarrón, Luna iluminaba el sendero a Fígaro para que no tropezase. Corrían y corrían, veían pasar los árboles tan deprisa que se
desdibujaban a medida que avanzaban. Una vez en casa de la abuelita, Fígaro y Luna llamaron a la puerta sin cesar.

-¡Abuelita! Encontramos un sobre lacrado.-Decía Fígaro.

-No hay que perder más tiempo, debéis de abrir el sobre.-Dijo agitada la abuelita.

No era un sobre como los demás, parecía más pequeño de lo normal. Era blanco, del color de las nubes, y era tan bonito que Fígaro lo abrió con extremada dulzura para que no se rompiese. Las instrucciones estaban descritas con letra diminuta, era tan pequeña que apenas se podía leer. La abuelita sacó del cajón una lupa para que Fígaro y Luna pudiesen leer la carta.

-"Hay dos mundos, pero ambos deben de ser compartidos, si no existe ninguna conexión entre ellos, se separarán para siempre."-Leía Fígaro con voz temblorosa.

-¡Creo que ya sé lo que debemos de hacer!.-Respondió Luna.

1 comentario:

francisco josé dijo...

prueba para ver si esto funciona!