martes, 21 de octubre de 2008

Fígaro y Luna, sin perder más tiempo, se fueron corriendo hacia la casa de la abuelita. Ella estaba en su mecedora triste, esperando que le llegaran noticias buenas. De repente, sonó el timbre de la puerta. La abuelita se levantó y se acercó a ésta, cuando en ese instante, justo antes de llegar, escuchó unas voces que le resultaban familiares recorriéndole un fuerte escalofrío. Sería lo que ella en ese momento pensaba. Abrió la puerta y se encontró con Luna y Fígaro. La abuelita sonrió de alegría y muy contenta les dijo que pasaran.
Pero, -¿donde os habiais metido?-, y tú Luna, -¿Sabes que el sol está muy enfadado contigo?-, preguntaba la abuelita enérgicamente. Los dos asintieron con la cabeza, entonces Fígaro la cogió y le contó a la abuelita todo lo que había sucedido. Ellos le pidieron ayuda, necesitaban un objeto para introducirlo en el jarrón y que permaneciera para siempre en él, y así, no pudiera absorber todo lo que tuviera vida a su alrededor.
La abuelita, pensativa, se le ocurrió una idea. Fue corriendo hacia su cuarto, se paró delante del armario y sacó unos zapatitos que pertenecían a Edu. Fueron sus primeros zapatitos y ella les tenía mucho cariño. Los sacó y se los dió a Fígaro y Luna diciéndoles:
-Seguro que os ayudará, son mágicos, ya lo vereis. No perder más tiempo e ir rápidos a por el jarrón.
Ambos se despidieron de la abuelita y salieron a toda prisa de la casa .......

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